Por Alejandro Tiana

Las nuevas exigencias sociales y una visión renovada sobre la función de la educación escolar han puesto de manifiesto la importancia de lograr que los alumnos adquieran las competencias necesarias que les permitan aprender a aprender, aprender a convivir y aprender a ser. En este contexto, resurge con fuerza el papel de la educación artística en la formación integral de las personas y la construcción de la ciudadanía. El desarrollo de la capacidad creativa, la autoestima, la disposición para aprender, la capacidad de trabajar en equipo o el pensamiento abstracto encuentran en la educación artística una estrategia potente para su concreción.
El avance en la investigación de la psicología, la neuro-ciencia, la educación y los valores han subrayado la importancia de las artes como espacios que brindan la posibilidad de transformación de la dimensión humana, tanto en los ámbitos del conocimiento como en los afectivos, sociales y espirituales.

Tres ideas centrales circulan en las escuelas sobre el arte:

  1. El arte como expresión de un mundo interior oculto que aguarda la ocasión para emerger, lo que supone concebirlo como una capacidad innata;
  2. La que subraya la aplicación de clasificaciones teóricas sobre la forma, el color y la composición como conceptos universales e incuestionables;
  3. La que lo considera un lenguaje compuesto de enunciados y proposiciones con sentido.

Las relaciones existentes entre arte y educación, parten de territorios complejos y difíciles de transitar, dada la naturaleza dispar de ambas realidades, que son a su vez esferas diferenciadas de producción cultural.

La exploración del territorio que a la vez separa y conecta el arte y las escuelas, permite abrir vías de transformación significativas en la situación actual de la educación artística.

En los últimos años se viene dando una transformación en la educación artística por efecto del impacto de los estudios culturales, los estudios visuales y de cultura visual y la pedagogía crítica.

La educación artística puede realizar una contribución fundamental al desarrollar la creatividad y la innovación en nuestras sociedades y al mismo tiempo sustenta la educación para la ciudadanía, favoreciendo la adquisición de valores y el diálogo intercultural.

Los modelos tradicionales en la formación del profesorado continúan siendo hegemónicos y no aportan los conocimientos y competencias exigibles para afrontar los problemas más comunes en la práctica educativa.