«… evaluar como derecho para que el alumno encuentre un lugar para mostrar, para reforzar y reafirmar …»
(Prof. Natalia Cheiko – Ed. Visual y Plástica)

Los «para qué» de la evaluación son tan variados y distintos como las personas que llevan a cabo el proceso de evaluar.  Los motivos e incluso los objetivos que nos trazamos al evaluar son diferentes. Por este motivo, contestar o reducir «para qué evaluamos» en dos o tres conceptos, resulta bastante escueto. De todos modos, intentaremos detenernos en algunos de los conceptos y respuestas que recibimos para intentar canalizar la discusión y enmarcarla dentro del contexto del Piaget.

Se desprende lógicamente que evaluamos para medir desempeño, nivel de logro de objetivos trazados con anterioridad, nivel de aprendizaje de alumnos, para calificar, para promover, para certificar conocimiento, para tomar decisiones (replanificaciones, por ejemplo), para informar (a las familias, a la institución, al propio alumno) acerca del desempeño en el aula, para autoevaluarse uno como docente.

Es importante tener presente que las dudas al momento de evaluar son esperables así como necesarias.  Ponen en juego nuestra subjetividad y nuestro marco de ética y hace que debamos preguntarnos más de una vez «qué estamos haciendo con ese alumno», «cuánto, cómo, por qué he enseñado…», «cuánto ha aprendido el alumno»… Y nos enfrentamos, además, a la realidad diversa del aula. En la actualidad, en el Piaget, tenemos alumnos que tienen talentos distintos y tiempos distintos para acceder al conocimiento, así como intereses bien diferentes también.  Esta realidad también genera inseguridad o duda en el momento de presentar una prueba, de poner una calificación… cuando tenemos que certificar niveles de adquisición de conocimiento.

Es cierto también que en el Piaget pregonamos  y nos enorgullecemos de que podemos trabajar teniendo en cuenta esta realidad diversa y que ofrecemos garantías a todos nuestros alumnos de que cada uno será atendido, reconocido y evaluado según sus talentos y los objetivos que nos trazamos con ellos.

Este nivel de compromiso para con los alumnos – sus familias y la institución, también nos genera mucha incertidumbre cuando los niveles de aprendizaje o de capacidad de acceso al conocimiento son muy diversos  dentro de un mismo grupo. Es allí donde muchas veces, la respuesta a nuestras dudas está en el diseño de la herramienta con la que evaluamos, así como en el objetivo que nos trazamos con cada alumno.

Más profundo es el problema cuando la herramienta de evaluación viene definida desde «el afuera» como sucede en el caso de los docentes de inglés… Nada pueden hacer en cuanto a diseño de herramientas ya que el objetivo que nos trazamos es la consecución de niveles de aprobación para exámenes internacionales, de acuerdo a estándares en los que no tenemos incidencia. En casos así, debemos elaborar herramientas propias y trazarnos objetivos diferentes al del examen con aquellos alumnos que sabemos que no alcanzan esos estándares pero que son parte del grupo en cuestión.

El tema entonces cobra distintas ópticas según los actores y los tiempos de aula, objetivos a alcanzar, etc.

En el Piaget, lo que buscamos es ofrecer al estudiante la certeza de que su persona está siendo considerada en su historia, en su contexto, en su realidad y que desde allí es desde donde se trabaja, se traza los objetivos y desde donde se evalúa.  Consideramos tiempos personales y caminos propios de acceso al conocimiento, buscamos ofrecer distintos tipos de herramientas de evaluación (si son escritos, en distintos formatos:  desarrollo de tema, planteo de problema para resolver, múltiple opción, verdaderos y falsos, mapas mudos, escritos con material a la vista… ), distintas instancias de evaluación (individual, grupal, oral, escrita, desempeño en clase, cumplimiento de tareas, contar con materiales, etc).  Evaluamos procesos y resultados. Compartimos visiones con nuestros colegas acerca de los alumnos para no encerrarnos en nuestros conceptos o preconceptos.

Hemos confirmado, como colectivo docente que consideramos importante realizar un juicio que ilumine los indicadores con los evaluamos el trabajo de cada alumno. Es de destacar que hemos defendido siempre en el Piaget la elaboración de juicios que no reiteren el concepto implícito y la escala que viene predeterminada. No nos quedamos con el «aceptable» como juicio. Lo enriquecemos con sugerencias para superarse, con felicitaciones – si cabe, con recomendaciones o llamados de atención. Tanto en los juicios individuales en cada área como en las valoraciones globales.

Buscamos dar a la familia información de cómo ayudar para que el alumno se supere, pretendemos dar alertas a tiempo para realizar intervenciones oportunas, tanto a nivel del Colegio como de la familia. Dejamos escrito todo aquello que nos preocupa o inquieta («solicitamos cumplimiento de tareas y no hemos visto reacción», por ejemplo)…

«La evaluación es la herramienta fundamental para alcanzar calidad sin perder identidad». Somos conscientes de que habiendo una realidad tan diversa de alumnado así como de docentes y criterios de evaluación, es un enorme desafío realizar una evaluación justa.

Por último, destacamos algunos aspectos que entendemos de trascendencia para el momento de evaluar:

Recordar que:

Es importantísimo explicar a los alumnos qué esperamos de ellos en términos de aprendizaje, actitud, trabajo en clase, etc.
También es importante explicar previo a la instancia de evaluación cuál será el criterio de corrección, qué desempeño se espera, niveles de aprobación, etc.

En el momento de evaluar ponemos en juego nuestra ética como personas y como profesionales, así como el poder que tenemos ante el alumno.
La evaluación en general, pero la calificación más específicamente, tiene una incidencia directa en la autoestima del estudiante, en el vínculo con su familia y con sus pares.

De nuestra coherencia en las calificaciones y juicios así como de las observaciones que realizamos en el aula, el tipo de herramienta que utilizamos para evaluar – entre otras instancias, así como de la profesionalidad que mostremos en nuestro desempeño en general pero más que nada en los juicios que enviamos a las familias, es de donde se nutre «el otro» para crear la imagen de nuestro proceder y, en consecuencia, el proceder del Piaget.
Exigir en relación a lo que solicitamos y a lo que damos, nos da un lugar de confianza, certezas y seriedad que a los estudiantes les es necesaria.

«La evaluación debe ser una instancia de aprendizaje y que, además de ser un proceso técnico, debe ser entendido como proceso moral» (Miguel Angel Santos Guerra «La evaluación como aprendizaje»)

Mtra. Marcela Castro
Pg. Evaluación y Curriculum
Dirección Primaria