Nos encontramos atravesando un momento muy particular y novedoso, sin antecedentes similares, por lo cual la sensación de inseguridad y vulnerabilidad se acrecienta. El mundo se encuentra convulsionado, la velocidad de las comunicaciones, la intensidad de la presencia de datos en las redes sociales, los precipitados cambios que generan siempre nuevas disposiciones gubernamentales y la palabra Pandemia, provocan miedo y disparan fantasías persecutorias, colocándonos en una realidad donde los parámetros de lo conocido y previsible se han roto, y donde la cotidianeidad pierde familiaridad.

La realidad en Uruguay es compleja pero mejor que en otras zonas del planeta. Estamos intentando disminuir la propagación y el contagio, estamos intentando evitar el caos en el sistema sanitario. Y esto nos compromete como ciudadanos, como uruguayos. Se requiere conciencia cívica, actitudes solidarias, responsabilidad colectiva. Dejar de lado individualismos y entender que esto se enfrenta entre TODOS. En esta situación nos encontramos hoy.

La propuesta aquí es pensar en los niños. Abrir algunas reflexiones y realizar algunas sugerencias para minimizar el impacto negativo de esta crisis en la salud mental de nuestros hijos. Nos esperan unos días con ellos dentro de casa y hay cosas que podemos hacer para ayudarlos a tramitar mejor esta realidad.

Generemos un clima saludable

Lo primero y más importante es no olvidarnos que somos sus referentes, su apoyo. Lo que transmitimos, lo que hablamos, lo que hacemos en este tiempo determinará la forma en que ellos también lo vivan. Estar tranquilos, cuidar lo que decimos y generar un clima seguro dentro de casa, son los pilares fundamentales para protegerlos del miedo colectivo que el mundo está experimentando. Para que esto sea posible, es importante regular frente a ellos el uso adulto de las redes sociales. La sobre exposición no solo quita tiempo de compartir con nuestros hijos, sino que aumenta nuestra ansiedad y nuestra centración en el tema de la epidemia y sus riesgos. Seamos los adultos conscientes de cómo nos sentimos, de cuanto esto nos afecta y nos preocupa en lo personal. Seamos conscientes e intentemos tramitar los miedos, elaborarlos y minimizarlos, para cuidarnos a nosotros mismos y cuidar a nuestros hijos. Y si percibimos que no podemos solos es posible y saludable pedir ayuda.

Diálogo para conocer lo que siente y piensa

No pensemos que son pequeños, que no entienden, que esto no les preocupa o no los afecta. Eso no es así. Es importante dialogar con nuestros hijos, preguntarles cómo se sienten, qué información manejan. Es importante que compartan con nosotros sus temores, fantasías, sus ideas y teorías sobre esta enfermedad y sobre lo que ellos creen que está pasando. Esto nos permite intervenir en el momento donde aún es posible disminuir el impacto emocional del sufrimiento generado por ideas desacertadas y temores irracionales. Escucharlos y calmarlos, explicarles y manejar con ellos datos y hechos certeros, ayuda a que puedan tramitar mejor los elementos potencialmente traumáticos de esta realidad que nos toca vivir.

Informemos verdades

Hay que hablar con los niños y niñas de lo que está pasando. Tomando en cuenta la edad y las características personales de cada uno, hay que intentar explicarles lo que está sucediendo y no esconderles la realidad. No los protegemos con la desinformación. Hay que explicarles las características de la enfermedad, la similitud con otras enfermedades o síntomas que ellos conocen, como la gripe, el resfrío, la tos. Hay que tomar en cuenta que el temor y la angustia que subyace es a la muerte, la muerte propia y la de los seres queridos. En este sentido, es importante explicitar que esta enfermedad no es en sí misma grave ni mortal. Contarles que tanto ellos como nosotros podemos contraer la enfermedad y que no hay que asustarse por eso. Que en caso de enfermarse se va a llamar al médico que seguramente indicará el remedio necesario y nada grave sucederá.

Decirles que la medida de no asistencia a la escuela no es una medida de cuidado hacia ellos, que ellos no están en riesgo y sus maestras tampoco. Que lo que se busca es controlar el contagio para cuidar a los que esta enfermedad si puede complicar y para apoyar también a todos los doctores y todas las personas de los servicios de salud para que puedan trabajar mejor y curar mejor a aquellos que si lo necesiten.

Aprovechemos para educar en valores

En situaciones como esta nos enfrentamos a pensamientos, reflexiones y realidades que nos ubican de un modo distinto frente a la vida, frente a los otros y frente a nosotros mismos. En situaciones como esta, descubrimos que dependemos profundamente de los demás, que para cuidarnos tenemos que cuidar, que para recuperar lo que teníamos tenemos que trabajar entre todos, que lo que uno haga puede hacer realmente la diferencia en los demás. Aprovechar la ocasión para hablar de esto con nuestros niños, generar conciencia cívica; mostrar acciones solidarias; ser responsables; generar empatía con los que se encuentran en riesgo ante esta enfermedad y generar empatía y gratitud con los que nos están cuidando. Pensar, crear, inventar en familia, acciones colectivas solidarias. Preguntarnos cómo podemos ayudar, que podemos
hacer para colaborar, para agradecer.

No son vacaciones

Estar en casa con nuestros hijos, luego de más de 70 días consecutivos de vacaciones escolares que recién había culminado, es un nuevo desafío. Pero este es un tiempo diferente. Esto no son vacaciones. Y a lo mejor esta puede ser una consigna para vivir una experiencia distinta. Dependiendo de la edad de nuestros hijos, hay acciones que podemos proponer para diferenciar este tiempo del anterior.
Como estas no son vacaciones, por ejemplo, hay que colaborar y distribuir tareas domésticas. Asumir cada uno ciertas responsabilidades, tanto individuales (su cuarto, su cama, su ropero) como colectivas y de servicio al grupo (poner la mesa, barrer, etc).

Como estas no son vacaciones, a lo mejor es un buen momento para aprender a cocinar y ocuparse de la elaboración de alguna de las comidas familiares (aunque sea sándwiches!). Como estas no son vacaciones, hay que disponer de algún tiempo al día para dedicar a tareas escolares: terminar de forrar cuadernos, hacer carátulas, los mayores adelantar estudio en función de los programas, o estar atentos a
sugerencias o tareas que envíen los centros educativos. Como estas no son vacaciones, limitar la exposición a las pantallas. Y como estas sugerencias, muchas otras que puedan idear en familia.

Disfrutemos de estar juntos

Podemos tomar esto como una posibilidad y no solo como una cuarentena obligatoria. Al estar todos en un estado emocional diferente, podemos lograr una conexión intra-familiar distinta. Podemos dialogar más, compartir más. Aprovechar para jugar, jugar juegos de mesa, jugar a juegos colectivos. Los que tengan patio o jardín disfrutar ese espacio. Los días todavía lo permiten. Podemos hacer de este tiempo una experiencia distinta y enriquecedora para todos.

Necesidad de atención especial

Puede suceder que a pesar de tomar todos estos recaudos, alguno de sus hijos presente cuadros de ansiedad o angustia fuertes y reiterados, conductas llamativas, o que se vea afectado el manejo adecuado de ciertos aprendizajes básicos (control de esfínteres, el sueño, etc). En estos casos, es importante consultar con un profesional para brindarle al niño el apoyo que requiera. Con paciencia, tranquilidad, responsabilidad y buena disposición, transitaremos entre todos este momento especial. Ojalá podamos capitalizarnos de esta experiencia, fortalecernos y madurar, crecer en solidaridad y consciencia cívica. Ojala cuando todo esto termine (porque va a terminar), miremos para atrás y nos sintamos orgullosos de nosotros mismos, individual y colectivamente.