Por Mag. Zózima González
Directora General Colegio Jean Piaget

Estamos viviendo un profundo proceso de transformación social, con la aparición de nuevas formas de organización social, económica y política. En este contexto, el principal reto de la educación es formar a las futuras generaciones en las capacidades que requiere el desempeño ciudadano para una sociedad que se transforma profunda y rápidamente.

Para formar jóvenes con las capacidades que demanda el contexto actual necesitamos poner el acento en las competencias ciudadanas. Se trata del conjunto de conocimientos y de habilidades cognitivas, emocionales y comunicativas que, articulados entre sí, hace posible que el ciudadano actúe de manera constructiva en la sociedad. El trabajo en equipo, la solidaridad activa entre los miembros del grupo y el desarrollo de las capacidades de escuchar, debatir, reflexionar, participar, constituyen, entre otros, los elementos centrales de esta pedagogía.

La formación ciudadana es una tarea importante de la educación para la paz. No debe ser entendida como un espacio preparatorio para asumir una condición futura de ciudadanía, sino como un aprendizaje derivado del ejercicio cotidiano de la ciudadanía misma.

Una de las pistas más prometedoras de trabajo para la escuela, es la que tiene que ver con su relación con la convivencia, con las relaciones cara a cara, con la posibilidad de ofrecer un diálogo directo, un intercambio con personas reales donde los instrumentos técnicos utilizados sean lo que son y no fines en sí mismos.
La socialización, percibida tradicionalmente como el aspecto conservador de la educación, puede y debe ser recuperada por su capacidad para desarrollar los sentimientos de solidaridad y de cohesión. Los procesos de aprendizaje de la socialización y de la individualización consisten en desarrollar la capacidad de reconocerse y reconocer al otro como sujeto.

Los jóvenes de hoy están convocados a elegir, a tomar decisiones que, hasta hace poco tiempo, estaban definidas por autoridades externas al individuo: el Estado, la familia, la Iglesia, incluso la empresa. Mayor poder de decisión implica, al mismo tiempo, la existencia de un alto nivel de responsabilidad individual. La formación ética se convierte en un requisito central de la formación ciudadana.

El trabajo de las competencias ciudadanas se enmarca en una perspectiva de derechos y obligaciones para defenderlos y promoverlos. Brinda herramientas necesarias para relacionarse con los otros en forma responsable y saludable, se preocupa de respetar y valorar la diversidad, tanto en el entorno próximo como en otros.

Se construye relacionándose con las situaciones de la vida cotidiana. Formar en la responsabilidad supone aprender y aceptar que tenemos una historia, valores y destino comunes.

Es preciso romper el aislamiento institucional de la escuela, abriéndola a los requerimientos de la sociedad y redefiniendo sus pactos con los otros agentes socializadores, particularmente la familia y los medios de comunicación.

El ejercicio y el entrenamiento en la reflexión y en las argumentaciones racionales posibilitan establecer puentes entre las competencias ciudadanas y las competencias en otras áreas del saber, especialmente las ciencias.

Se trata de promover modos satisfactorios de comportamiento en relación a la convivencia. Es necesario tener una perspectiva educativa que promueva una identidad nacional que se articule en forma coherente con la inclusión y el respeto hacia los otros. La confianza en sí mismo constituye, desde este punto de vista, un punto de partida central de cualquier estrategia de integración y de comprensión del «otro».

En un mundo donde la información y los conocimientos se acumulan y circulan a través de medios tecnológicos cada vez más sofisticados y poderosos, el rol de la escuela debe ser definido por su capacidad para preparar para el uso consciente, crítico y activo, de la información y el conocimiento.